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domingo, 19 de octubre de 2014

“Quiero regalarle el título secundario a mi hermana” por Daniela Caracuel

Ese sueño le contó Luciano a la señora del kiosco donde fue a comprar cigarrillos la mañana del 31 de enero. Sin embargo esa misma noche lo dejaron sin poder disfrutar de la sonrisa de su hermana cuando el título llegase a sus manos. Lo dejaron sin recreos, sin aburridísimas clases de logaritmos, sin escuela. La violencia institucional no lo dejó estudiar.

Luciano Arruga en el 2008, con tan solo 16 años, recibió una oferta por parte de un policía: si trabajaba para él, su familia estaría bien. Sin duda alguna Luciano contestó que no y, claro, él proyectaba terminar el secundario. ¿Por qué un pibe humilde tiene que salir a robar cuando puede y quiere estudiar? Tiempo después, en septiembre del mismo año, a Luciano lo llevaron al destacamento de Lomas del Mirador con la excusa de que había robado dos celulares, pese que sea ilegal la detención de personas allí. Vanesa Orieta fue a buscarlo y escuchó gritos desde algún lugar del destacamento que daban testigo de que a su hermano lo estaban golpeando. Entre la renguera y las lastimaduras se fueron juntos para su casa. A partir de ese día dejó de ir a bailar, de cartonear. Tenía miedo de los que tantos piden para más seguridad pero ¿torturas en un destacamento policial es más seguridad?

Después de un tiempo, Luciano se reincorporó de la golpiza y continuó con su vida y con la idea de terminar el secundario. No lo dejaron. En el mes de enero del 2009 lo metieron a los golpes en un patrullero en la esquina de Perú y Pringles. Y peritajes recientes afirmaron que pasó por el destacamento donde ya lo habían llevado y donde testigos confirman haberlo visto allí ensangrentado.

Ayer por la tarde se comunicó el hallazgo de su cuerpo enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita según los reportes por haber sido atropellado por un auto en la avenida General Paz y Emilio Castro, a pocos metros del destacamento de la bonaerense. Este discurso admite dudas y no deja de lado los hechos previos de detención, tortura y extorsión.

No es de los casos en el que se omite el conocido “algo habrá hecho” y sí, Luciano algo hizo: se negó a robar para la mafia policial como tantos otros pibes de los barrios populares que se encuentran desaparecidos, que son víctimas de la violencia institucional. “Luciano, para ellos, era una piedra en el zapato”, como bien dijo Mónica, su madre. Él decidió no consentir a la policía y por eso lo hicieron desaparecer. “Esto ya no tiene que ver con Luciano, tiene que ver con la problemática de violencia institucional, tiene que ver con cambiar la mirada”, dijo Vanesa el viernes pasado en la conferencia de prensa. Y es así: esto ya no tiene que ver sólo con Luciano. Sino que viene de la mano con el desalojo violento del barrio papa Francisco, con Alan Tapia, con Gonzalo Crespo, con la ola de gatillo fácil en Córdoba que dejó a 7 muertos por merodeo o portación de cara, con Walter Bulacio y uno no sabe cuántos Lucianos más habrá. Qué contradicción cuando el Estado te da las herramientas pero actores del mismo te las sacan. Además de los estereotipos y estigmatización con la que se manejan. Allí se encuentra la violencia institucional. Por merodeo, gorrita o pobre, te llevan.

Entonces, me pregunto yo, ¿cuál es la gorra peligrosa?

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