Debo anticiparle que no es una tarea fácil. No cualquiera lo logra. Pero confío plenamente en su capacidad.
Primero que nada debe dejar volver al niñx que usted fue. Sáquese ese traje, la corbata ajustada y los zapatos que le producen esos callos dolorosos de los pies. Tire el maletín bien lejos de donde está y, si puede, despéinese un poco. Una vez que se encuentre bajo estas condiciones, elija el objeto sobre el que quiera pintar; puede ser una simple hoja, una madera, una sábana, una pared o hasta su propia mano. Con los dedos pulgar e índice sostenga el pincel -en caso de no conseguir uno, se permitirá el uso de los dedos. Que su mano no controle al pincel, debe ser al revés porque sino fracasará. Cierre los ojos. Ciérrelos. No puede mirar ni un poquito. Ahora, ¿se acuerda de la adrenalina de tirarse del tobogán?¿De la alegría de los recreos? Haga memoria, vamos. De la tristeza del primer día de escuela. De los abrazo interminables... Es el momento en que empieza a deslizar su mano. Mezcle los colores. Puntos. Líneas. Círculos. Espirales. Refléjese en ese pedazo de tela, pared o madera. Continúe hasta que esté usted satisfecho. El tiempo ya no es un problema. Su apariencia tampoco. Tan sólo déjese llevar por el pincel.
Por Daniela Caracuel
(Tarde pero seguro).
Muy buen trabajo.
ResponderBorrarDonde dice sino fracasará debe decir si no debe decir callos dolorosos en los pies