No encontré ningún texto que expresara en su totalidad mis sentimientos hacia este Libertador, por lo cual sentí la necesidad de, en pocas palabras, homenajearlo desde mi lugar de una en cuarenta millones.
De chica mi abuelo solía sentarme en sus piernas y mirando a una ventana que daba a la avenida Santa Fe, cantarme la marcha de San Lorenzo y contarme historias sobre San Martín, las cuales con el tiempo me fui dando cuenta que algunas eran ficticias y otras tenían su grado de ficción.
San Martín es un prócer para todos, pero siempre tuve un leve sentido de pertenencia con él, no se bien por qué, quizás porque era de las pocas cosas, por no decir la única, que compartía con mi abuelo, quien no es mi preferido. Era fanática de sus máximas a Merceditas, varias las sabía de memoria.
Hoy en día ya no son las espadas, el caballo blanco y las historias de granaderos las cosas que me llevan a admirar a San Martín, si no sus fuertes ideales e inquebrantables convicciones. El hecho de que haya dejado su vida en España por liberar a su país de nacimiento (el que había dejado de ser su lugar de residencia desde hacía ya muchos años) del colonialismo.
Por esto, aunque suene un tanto infantil, San Martín, junto a Belgrano, son mis próceres preferidos.
Repetí muchas veces "San Martín", lo que, tal vez, no sea muy enriquecedor para la literatura, pero no encontré sinónimo a la altura de describir semejante personalidad, como lo hace su apellido.
Dudé entre adjuntar el Himno a San Martín o la Marcha de San Lorenzo original pero encontré esta versión hecha por Zamba y me pareció la más linda.
Escrito por Catalina Sarubbi, Corregido por Pilar Camacho
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